Sobre el valor terapéutico de la genealogía

Este post podría haberse intitulado Cómo está visto que nos empecinamos en no aprender nada. Pero me pareció hiriente. Así que hagan de cuenta que no he dicho palabra.

Leemos:
"La genealogía ayuda a resolver cantidad de interrogantes y, por eso, hace bien. "Un psicólogo que vino al curso de genealogía que dicto comentó que la genealogía era terapéutica, ya que para las personas que cortaron con sus antepasados, descubrirlos y volverlos a unir en un árbol genealógico era un medio psicológico para curar antiguas heridas"
Vivimos un momento decisivo de la historia, momento en que debiéramos poner un poco más de onda en esto de intentar ver las cosas de un modo diferente, de encarar la vida de un modo diferente. De valorar las cosas desde otro lugar, pensando no sólo en lo que nos hace sentir bien en lo individual e inmediato, sino en lo que nos hace ser mejores personas y, por tanto, mejores comunidades humanas.

Nadie discute que la genealogía sea terapéutica. Pero es lamentable que sigamos leyendo la realidad desde un individualismo tan extremo. Una visión que se limita a resumir la cuestión de la ricerca genealógica en términos tan limitados, además de mezquina, es lamentablemente risueña.

Puestos a ensalzar la genealogía desde el ángulo de que "hace bien", insisto en la necesidad de pensar más como los griots y menos desde la perspectiva que adoptan este conjunto de ideólogos del consumo que transforman la historia en algo bueno de ser aprehendido, porque "sana heridas".

Una cosa es volver a poner en el centro al hombre. Otra muy distinta es que "el hombre" y su placer o displacer se vuelvan una agujero negro que termine comiéndose el universo.

Cambio climático: una mirada desde la historia (familiar)

Tiempo atrás compartimos una historia de vides, de Marconettos y de Giulianos... En otra hablamos de las vides y los vinos de Saluzzo.
Es así que hoy tenemos la oportunidad de reflexionar sobre el tema del cambio climático, vinculándolo con la historia de nuestra familia.
Vivimos en un periodo en el que, se nos dice, estamos siendo afectados por el calentamiento global. Todo mundo parece estar más o menos de acuerdo en que ese calentamiento coincide con incrementos en los niveles de CO2 en la atmósfera.
Sin embargo, los expertos no se ponen de acuerdo en torno a las causas principales que provocan el fenómeno: algunos vienen señalando que es atribuible a la actividad humana, mientras que otros (que tildan a los primeros de, calentólogos), afirman con vehemencia (diría, con tono desesperado) que ese calentamiento es parte de un proceso de tipo cíclico natural, en el cual tendrían la mayor influencia factores ajenos a la intervención y decisión humanas, como la actividad solar.
Para éstos últimos y en general para todos los estudiosos del paleoclima, la normalidad terrestre está dada por largos períodos de frío, interrumpidos por breves episodios cálidos, a los que llaman veranos interglaciares. Estos expertos mencionan como antecedente más cercano al actual, un verano interglaciar que tuvo lugar en la Edad Media: el llamado por los climatólogos cálido medieval. 
Aproximadamente en el año 950, la Tierra hizo un pico de temperatura, tras un período de incremento que le llevó 150 años. Para algunos, ese pico fue superior al que está haciendo nuestro planeta ahora.

También conocido como óptimo climático medieval o anomalía climática medieval,   este veranito del 700 al 1300 DC fue sucedido por la denominada pequeña edad de hielo, que se extendió hasta el siglo XIX, cuando inicia la actual etapa de calentamiento en la que vivimos. Fue allí cuando a los Giuliano y a los Marconetto se le empezaron a chamuscar las vides con heladas fuera de época, a dañarse con el granizo abundante y a empestar las plantas jóvenes por causa de la gran humedad.

Hasta la llegada de los calentólogos, los períodos cálidos interglaciares fueron calificados por los climatólogos siempre como óptimos climáticos, debido al impacto positivo de un clima más suave sobre la actividad económica regional. Por ejemplo: se dice que durante el óptimo climático medieval los vikingos se aprovecharon de la desaparición del hielo en los mares para colonizar Groenlandia y otras tierras aún más lejanas. También, el cultivo de la uva y la producción de vino crecieron tanto en el norte de Europa como en el sur de Bretaña. En general, toda la agricultura se expandió notablemente... Se afirma que durante este período la población de Europa se multiplicó por tres o por cuatro.
Coincidiendo con el cálido medieval, la humanidad se lanzó a una etapa de inmenso desarrollo tecnológico y científico: los caballos fueron reemplazados por arados, comenzaron a utilizarse las bridas, se introdujo el concepto del barbecho y de la rotación de los cultivos, se incrementó y varió en composición la producción alimentaria… se expandió la frontera agrícola, se comenzaron a desmontar bosques y a drenar pantanos… se extendieron carreteras y puentes, surgieron centros textiles de tipo preindustrial, se comenzó a desarrollar la industria metalúrgica, con acero a la cabeza… Surgieron numerosos centros urbanos que fueron interconectados gracias al aumento creciente de la producción y del intercambio comercial.
La arquitectura se desbocó junto con la actividad de construcción de las grandes catedrales… aparecieron y se consolidaron grandes centros de estudio y de generación de conocimiento y saber en manos de nuevas órdenes monásticas como las del Cister… Comenzaron a acumularse fortunas y aparecieron los primeros bancos modernos y los primeros centros financieros del mundo…
Entonces: ¿por qué solemos pensar en la Edad Media en términos de edad oscura?
Por oscurantismo se entiende, en general, una postura de oposición sistemática al progreso. Básicamente: rotunda negación al cuestionamiento de dogmas y, concomitantemente, una profunda aversión a la difusión del conocimiento más allá de determinados límites.

En este sentido, la Edad Media puede seguir siendo calificada como oscura, pese al óptimo climatológico, a la revolución agrícola y a todo el resto de los avances sociales que se verificaron en esa época. Veamos: procesos de deforestación masiva, masivos también procesos de migración rural como consecuencia de la pérdida de fuentes de trabajo, desarraigo; centros urbanos colapsados, en especial en lo que respecta a su infraestructura, condiciones habitacionales y sanitarias… enfermedades, pestes y epidemias… fragmentación creciente de los centros de poder, de disputas entre esos centros, de abandono de ciertos avances del conocimiento, en especial del filosófico y del jurídico, de concentración de la riqueza y, paralelamente, de hermetización del saber y del conocimiento… redundando en pobreza e ignorancia de una masa que conforma la base de una pirámide social edificada sobre estamentos con poca chance de movilidad ascendente.
Si bien  el cálido medieval coincidió con una época de florecimiento en algunos ámbitos del quehacer humano, también coincidió con una etapa de estancamiento y retroceso en otros planos: proliferación del pensamiento único, nuevas y mejores formas de hacer la guerra, precarización de las condiciones y de la calidad de vida, inseguridad, temor, fanatismo, superstición… grandes brechas, gran polarización.
Casual o causalmente, fue un momento histórico en que el hombre dejó de ser considerado centro y en que la relación del hombre con la naturaleza se desbalanceó y terminó quebrándose.
Quizá es en este sentido que se habla de la Edad Media como una época de decadencia. De pérdida del humanismo y del valor de lo humano, que luego se propone recuperar el Renacimiento. Pensar que en este proceso han tenido influencia determinante las condiciones climatológicas parece un concepto demasiado decimonónico como para plantearlo hoy día. Sin embargo, es interesante reflexionar en torno a un período que quizá comparta alguna nota común con el que nos toca vivir hoy y plantear, a modo de interrogante, si así como tuvo lugar un Renacimiento luego de la Edad Media, para que el hombre pudiera volver a ser puesto en el centro de la escena, no estaremos a las puertas de un nuevo renacimiento para nuestra sociedad actual, renacimiento que acompañe procesos de democratización de acceso a los beneficios de los avances científicos y tecnológicos, de promoción de la diversidad y de pensamiento crítico, de cuestionamientos, de movilidad y de dinamismo cultural. De confianza en el hombre y en su capacidad de hacer grandes y buenas cosas.
Si para eso dependemos de una nueva pequeña edad del hielo, como la que atravesó el mundo para renacer tras la época medieval, bienvenida aquélla sea.

Aquí nuestro agradecimiento al sitio de donde hemos tomado las imágenes que acompañan este post.

Marchisio: otra rama perdida, al menos hasta ahora

Hoy nos proponemos dar con los descendientes de Alfredo y Lorenzo Marchisio, hijos de Giovani Marchisio y de María Marconetto. No sabemos qué fue de la vida de estos parientes. Sí sabemos que su hermana, Rosa Marchisio, casó con un tal Emilio Corneli, cuyos hijos tenemos cargados ya en el árbol junto con alguno de los descendientes de Rosa y Emilio.
Sobre Alfredo y Lorenzo creemos que nacieron en Italia en la Provincia de Cuneo. También creemos haberlos encontrado solteros y viviendo ya sin sus padres, en el Censo de 1895, en los alrededores del Pueblo de Montes de Oca, Provincia de Santa Fé. Hasta donde sabemos, luego se habrían trasladado a General Roca (entendemos, Provincia de Córdoba).
Estaríamos muy felices si, a través de este medio, pudiéramos dar con sus descendientes y sumarlos a nuestra familia.

Nuestra fuerza radica en ...¿en dónde radica nuestra fuerza?

El 20 de abril pasado se murió Sotigui Kouyaté. Quién quiera saber quién era este personaje lo invito a leer esta entrevista y una nota que salió publicada en La Nación con motivo de su fallecimiento.

Desde ya les anticipo que Koyauté no era pariente nuestro. Lamentablemente.
"El día que no sepas a dónde vas... acuérdate de dónde vienes"
Hete aquí una de las afirmaciones de Kouyaté, del cual se dice, era un griot.

Hasta que leí la nota referida a Kouyaté, no tenía la menor idea de que los griots existían. Es lógico: si de todo sé practicamente nada, de cultura africana sé menos.

En fin. El caso es que me puse a buscar qué era ser griot y si ser griot era lo que explicaba que una persona pudiera decir algo tan simple y maravillosamente exacto en su simpleza.
"El día que no sepas a dónde vas... acuérdate de dónde vienes"

Un griot es definido como un heredero guardián de la cultura de su pueblo, maestro de la palabra. También se los llama jeli.

Leemos:
"Los griots son los herederos y guardianes de la historia mandinga en el oeste africano y tienen una gran importancia dentro su cultura. Querían conservar en la memoria de los pueblos el linaje, los mitos, los cuentos, las batallas históricas, así como las tradicionales músicas y canciones ceremoniales. Es por ello que idearon un instrumento, la kora mandinga, para que las leyendas, historias y proverbios pasaran oralmente de generación en generación..."
En otro sitio los definen como "la memoria de un continente".

Pienso: menudo trabajo el de un griot. Pero: qué falta nos hace en nuestras sociedades y qué bien nos vendría disponer de algunos!

Dice Kouyaté en la entrevista que mencionamos: "Nuestra fuerza radica en nuestra cultura". Me viene a la mente la frase esta de los maestros jedi en la Guerra de las Galaxias... cuando se saludaban para despedirse: que la Fuerza te acompañe.

Ahora: ¿si la fuerza radica en nuestra cultura, y nadie está ahí para que la cultura se mantenga viva, cómo nos ha de acompañar su fuerza a alguna parte?

Es increible lo que han hecho nuestras sociedades modernas con la idea de cultura. La han vaciado y vuelto a llenar de vacuidades. Humildemente propongo: volvamos a darle sentido al concepto de cultura. Que rebose de contenidos que nos sean útiles para nuestra supervivencia espiritual. Que la cultura vuelva a ser el canto a nuestros antepasados y al tiempo pretérito que se proyecta, como espiral de energía, como remolino, generando una fuerza incalculable para ayudarnos a llegar al porvenir.

En mi caso: quiero en mi cultura a la polenta taragna, a la mortadela, a las vacas empestadas, al criollo sanador, a los bordados de Ana, a los faudales, a las carpas de chala, a las abadías cistercenses... a los urs cruzándose por los caminos lombardos, a las casas con sus huertas en Santa Fé, a los campos con maíces y con trigos, a los pretéritos con sus vides, castaños y hongos. Quiero a los Cavalieri de Veneto, al Doctor Molino, al Doctor Maradona y a Ramón Carrillo. Al Cynar y a los perugina. A mi amiga la vinchuca, de la que me habló tanto mi papá. Quiero al Padre Fíz de Montes de Oca, a la Moretina Bella, a todas las filastroccas que pueda y aún más a la López Pereyra. Al radioteatro y a las fotos de Kegahl. Junto a todas las novelas y comics que leía Bugoni, el Teatro Maipo y el Club de los Friulanos.

Si en mi bolsa de viaje no tuviera esto, con más otras cosas que aún no comparto, no podría avanzar. Así que, don Kouyaté: muchas gracias. Me ha hecho entender mejor, ya muerto, el porqué de este blog. Y de dónde vienen las fuerzas, cuando uno las necesita.
En la foto: Sotigui Kouyaté, pero no conmigo... a ver si se piensan que soy tan mayor...
Es una foto que agradecemos a The Independent, en la que el actor aparece con Brenda Blethyn in London River.